
Durante la exploración de uno de los profundos túneles de saqueo que atraviesa el basamento de la Acrópolis de Chilonché, se encontró una espectacular escultura arquitectónica, fechada en el Preclásico Tardío. Aunque lo habitual en la arquitectura maya de este período es que las fachadas de los cuerpos aterrazados de los basamentos piramidales exhiban enormes rostros de seres sobrenaturales (mascarones), en este caso nos hallamos ante la escultura de una criatura fantástica en la que no sólo se representó su formidable rostro sino también sus patas, de ahí que no se trate exactamente de un “mascarón”. Distinguimos en él dos grandes ojos enmarcados por abultados párpados, elaboradas cejas, orejeras decoradas y un apéndice nasal que se apoya sobre la mandíbula superior de una pronunciada boca. El resto del cuerpo consiste en las patas recogidas y con garras que recuerdan a las de un emidosaurio. En definitiva, un personaje sobrenatural que apoya todo el peso de su cuerpo y rostro en el nivel de piso, dando la impresión de estar saliendo del agua o del interior de la tierra.
Es muy posible que, durante este período, en esta región del oriente de Petén, se pretendiera encarnar las fuerzas de la naturaleza a través de estas figuraciones de animales poderosos con el fin de conmemorar el final de una era y el nacimiento de un nuevo orden político en la región, liderado por un nuevo gobernante o linaje.